A la vieja burguesía andaluza le gustaba mucho vivir en Madrid, los grandes terratenientes no podían vivir "en provincias".
Mientras en sus tierras dejaban a familias de jornaleros en situación de semi esclavitud, trabajando de sol a sol y por un jornal de miseria, hacían falta dos jornales para pagar un pan de kilo. Analfabetos a los que se les enseñaba en el mejor de los casos a firmar y "las cuatro reglas". Eso a los hombres, a las mujeres nada.
Llevaban a Madrid a las hijas de los jornaleros como criadas, más baratas que las madrileñas, en uno de sus arrebatos caritativos.
Llevaban a sus amigos a las monterías en Andalucía donde demostraban el poder que ejercían sobre sus semi esclavos jornaleros.
Jornaleros analfabetos no por ser inferiores a los demás humanos sino porque nunca se dignó nadie poner escuela en los pueblos.
Jornaleros serviles no por falta de coraje sino por necesidad de comer y dar de comer a sus hijos.
A la vieja burguesía andaluza le gustaba dejar claro su superioridad sobre aquel pueblo inculto. Su propia ignorancia les obligaba a poner a su lado a personas que debían parecerlo más. Solo así podían sentirse superiores.
Transmitieron a sus amigos de la capital esa imagen del andaluz que la derecha española sigue teniendo de nosotros, incultos a los que tienen el deber de tutelar porque no sabemos lo que nos conviene. Pero no son solo sus amigos, siguen siendo todavía ellos los que quieren que en la capital piensen que seguimos como hace algunos años.
Soy andaluz porque nací entre Despeñaperros y el Mediterraneo, y eso no me hizo más estúpido, más inútil o más feo que los que nacieron en otra parte del mundo.
Nací en mi casa porque no había hospitales a donde ir.
Sobreviví gracias a la leche de una cabra recién parida. Nunca me llevaron al pediatra a las revisiones del niño sano. La intuición de unos padres valió.
Fui a una escuela sin calefacción. El maestro tenía un brasero de ascuas que ponía bajo su mesa.
Fui a la escuela en el peor autobús que tenía la empresa, los buenos eran para los pasajeros de pago, donde nos subíamos 140 niños sentados de tres en tres y los que no cabíamos sentados, de pie en el pasillo.
Para cualquier problema médico que no se arreglara con un fonendoscopio o la intuición de un médico rural había que ir a Córdoba por unas carreteras de pena, llenas de baches sin reparar y curvas.
Eran los años en los que la burguesía andaluza se llevaba fuera de Andalucía 99 de cada 100 pesetas que ahorraban los andaluces. Eran los años en los que más de un millón de andaluces eran analfabetos.
Mis hijos nacieron en un hospital comarcal con todos los medios necesarios al que pude llegar por carreteras decentes.
Mis hijos han sido atendidos por pediatras cuando han estado enfermos y estando sanos.
Han estudiado en escuelas públicas con calefacción, maestros preparados y libros de texto gratis.
Se han desplazado al instituto en autobuses decentes, sentados en un asiento y gratis.
Y todo esto no es más que una pequeña muestra, personal, de lo que ha cambiado Andalucía en estos más de treinta años de socialismo.
¿Y ustedes, viejos burgueses andaluces y amigos capitalinos de burgueses andaluces tienen la desfachatez de insultarme por no votar lo que a ustedes les convenía?
¿Y ustedes, viejos burgueses andaluces y amigos capitalinos de burgueses andaluces siguen creyéndose por encima de nosotros y que necesitamos su tutela intelectual?
¿Y ustedes, viejos burgueses andaluces y amigos capitalinos de burgueses andaluces siguen creyéndose en el derecho de poder insultarme por no hacer lo que ustedes querían que hiciera? ¿Saben lo que es el caciquismo?
Pues permítanle a este andaluz enviarles desde aquí viejos burgueses andaluces y amigos capitalinos de burgueses andaluces, y con el máximo de los respetos, a donde pican los pollos.
Atentamente
Un andaluz
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