En los golpes de estado, y asimilados, hay una serie de condiciones que han de cumplirse.
Lo primero que se necesita es uno, o varios individuos con cierto grado de egolatría pudiendo llegar a la megalomanía. Pero siempre será necesario que uno de los individuos destaque por encima de los demás. Es más conveniente un solo líder fuerte.
Otra cualidad imprescindible es un pequeño toque de psicopatía, entendida esta por la capacidad de hacer daño, a personas o instituciones, con un nivel de remordimientos muy bajo o nulo.
Pero una sola persona no puede dar un golpe de estado, o asimilado. Necesita apoyos. Afortunadamente para él, siempre encuentra a un grupo de aliados con intereses personales que difícilmente pueden lograrse manteniendo la legalidad vigente, el gobierno de turno o asimilado. Da igual que los intereses personales de los integrantes del grupo no coincidan. Pueden ser hasta opuestos. Solo precisan que el enemigo sea común.
Conseguido el equipo comienza el periodo de justificación. Revelar que los motivos son por intereses personales da pocos apoyos así que comienza el periodo de ejercicio mental para inventar una excusa más fácil de colar. Así que aparecen mentiras que justifican, por interés general, la perversión del sistema.
Una vez inventada la mentira comienza el periodo de difusión. Comienza por los afines, más propensos a no cuestionar las consignas del líder. Continua con aquellos a los que se les puede hacer ver lo mucho que pueden perder. Un poquito de tiempo y crece el grupo de adictos.
Solo resta la ejecución del golpe. Y para eso, aparte de la posibilidad de usar la fuerza, es más civilizado pervertir las reglas. Usar la letra de la ley para violar el espíritu de la misma.
Si el golpe, o asimilado, prospera comienza el periodo de pago. Los impulsores originales comienzan a exigir que sus expectativas iniciales se cumplan. Da igual, ya están en el poder, que se perjudique o se violen los derechos de los demás, incluidos los de los afines.
Al igual que la correcta dosis de hidrógeno y oxígeno forman agua, la dosis correcta de sicopatía y egolatría generan dictadores. La falta de empatía hacia las opiniones de los demás, la creencia de ser el poseedor de la verdad absoluta y la necesidad de mantener la doctrina propia como la única verdadera crean al dictador.
Al igual que la correcta dosis de hidrógeno y oxígeno forman agua, la dosis correcta de sicopatía y egolatría generan dictadores. La falta de empatía hacia las opiniones de los demás, la creencia de ser el poseedor de la verdad absoluta y la necesidad de mantener la doctrina propia como la única verdadera crean al dictador.
Acaba de nacer una dictadura.
Contra este tipo de personajes solo hay un antídoto. DEMOCRACIA.
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