martes, 14 de septiembre de 2010
Valor, se le supone
En mi cartilla militar como en la de muchos de los que ya tenemos los años suficientes para haber hecho la mili, ponía en uno de los apartados "Valor, se le supone".
En algo más de un año, el ejercito solo podía suponer que aquellos jóvenes en el momento que se les pidiera demostrarían su valor, pero no podían estar seguros.
El soldado, en el momento de la verdad deberá decidir entre seguir el instinto de supervivencia personal y correr en dirección contraria a la del peligro, o hacer todo lo contrario y buscar la gloria colectiva.
Hacia atrás la seguridad y la ausencia de dolor personal.
Hacia adelante la posibilidad de obtener la gloria colectiva, pero con el riesgo del sufrimiento personal y la posibilidad de no poder disfrutarla al morir en el intento. Incluso con la derrota como premio.
El soldado valiente avanza, y sea cual sea el resultado la sociedad acaba por reconocer su valor.
El soldado que retrocede, sea cual sea el resultado es tildado de cobarde y traidor por la historia.
Afortunadamente no tuve que demostrar mi valor personal, por lo que a día de hoy, se me sigue suponiendo. Afortunadamente, no tuve oportunidad de ponerme a prueba, no hizo falta.
No ha sido así para España. Tuvo una oportunidad para demostrarlo y demostró , como país, que no tiene valor.
La transición española, luz y faro de otras transiciones, fue la mayor muestra de cobardía de un país.
Entre el paso adelante, a riesgo de sufrir en el intento el dolor que provocaría echar alcohol en las herida para que sanasen, preferimos la comodidad de retirarnos y dejar que las herida se hicieran concha, sin remover nada.
Cerramos los ojos para no ver a los miles de muertos enterrados en las cunetas, tapias de los cementerios o las iglesias, en las camadas de los olivos.
Nos tapamos los oídos para no oír las voces de los que reclamaban, con el susto todavía en el cuerpo, que les devolviesen a sus muertos.
No nos atrevimos a juzgar ni ofender a los que mataron y torturaron a sus vecinos, condenándolos a muerte sin juicio, rematándolos de un tiro en la nuca y enterrándolos en tongas en fosas comunes.
Nos hicimos defensores de causas ajenas. De pueblos como el argentino o el chileno en el que sus dictadores, vivos, se hicieron leyes a medida para que no los juzgaran. Y como pueblo, los españoles nos alegramos de poder juzgar a estos dictadores.
Y los hijos de la madre patria, como hijos que son, hicieron lo contrario que la madre patria. Demostraron su valor y fortaleza juzgando a sus asesinos y dictadores VIVOS.
La historia nos volvió a dar otra oportunidad, y el juez Garzón intento hacer lo mismo en esta nuestra España, desenterrar a los inocentes, o no, enterrados en las cunetas, tapias de los cementerios o las iglesias, en las camadas de los olivos.
Y hemos vuelto a demostrar, como país, que seguimos igual de cobardes. No somos capaces de juzgar a nuestros asesinos y dictadores MUERTOS.
Cacareamos ante el mundo, pero sin plumas, como el gallo de Morón.
Esperemos que nuestros hijos, argentinos y chilenos, como buenos hijos ayuden a la acomodada y conservadora madre patria.
Pongamos la esperanza tambien en todos aquellos españoles, valientes, que no se callan y siguen reclamando justicia. Aunque no queramos, tendremos que oir sus voces reclamando justicia y ver desenterrar nuestro muertos de las cunetas, tapias de los cementerios o las iglesias, de las camadas de los olivos.
http://www.nartube.net/6351cfc6d1:x8CpHJYZRQU.html
http://www.20minutos.es/noticia/185913/0/victimas/franquismo/fosas/
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Paquele, si sigues mi blog verás cuan de acuerdo estamos en este tema...
ResponderEliminarUn abrazo
La importancia de la memoria radica en que la valentía, por mucha que haya ¿dónde aplicarla si no tenemos la verdad?
ResponderEliminarSi hay algo que teme el fascismo es la verdad. 40 años sin libertad de expresión dan cuenta de ello.